El médico de cabecera o médico de familia suele ser el más accesible para los adolescentes y sus padres, así como para los adultos con acné. El dermatólogo es el especialista en el acné y la piel en general. Se ocupa de las enfermedades cutáneas, contribuye a prevenir el cáncer de piel controlando nuestros lunares, y corrige las imperfecciones, como las arrugas o las manchas.
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El acné es una enfermedad de la piel muy común, pero puede confundirse con otras enfermedades como la foliculitis o la rosácea. Consultar a un médico ante los primeros signos de granos permite, por un lado, confirmar el diagnóstico, y, por otro, iniciar un tratamiento contra el acné adaptado a las lesiones, la edad, las necesidades y los deseos del paciente.
Ciertos fármacos, como la isotretinoína oral, deben iniciarse a través de un dermatólogo. Algunos consultorios de dermatología proponen tratamientos específicos como el láser o el peeling.
Si se trata de una primera consulta, el médico de cabecera o el dermatólogo harán muchas preguntas: antecedentes personales y familiares, estilo de vida... A continuación, realizará un examen minucioso de la piel y propondrá un tratamiento adaptado.
En el caso de una consulta de seguimiento, el médico general o el dermatólogo examinarán la piel para ver si las lesiones están mejorando o empeorando, y adaptará el tratamiento del acné si es necesario. Si el tratamiento no se ha realizado correctamente, ¡este es el momento de decírselo!
Resulta muy tentador acudir a varios médicos en caso de acné, en busca del tratamiento “milagroso” que hará desaparecer los granos para siempre. Pero no existe ningún tratamiento “milagroso”. Consultar a varios médicos en caso de acné lleva tiempo, cuesta dinero y, en última instancia, lo que hace es retrasar el inicio de un tratamiento eficaz contra el acné.